Las sillas del comedor en medio del camino que llevaba del pueblo a la quebrada, cuidadosamente organizadas, es una imagen recuerdo, sobre la cual no tengo certeza de si realmente ocurrió. Vivíamos en ese entonces en Cumbitara, la casa quedaba al pie del camino y justo allí empezaba la colina. En medio de ese paisaje, el mobiliario doméstico fue instalado en el mayor silencio, y fue así como esa imagen terminó acompañarme, sin saber muy bien lo que significaba. Desde mi práctica artística se volvió recurrente la idea de un paisaje híbrido, reconstruido y resignificado por unos elementos que le eran ajenos, pero al mismo tiempo acogidos con tanta naturalidad, como si hubiesen estado predestinados a ese lugar.